Los obispos de la Comisión
Episcopal de Pastoral Social hacen público el mensaje con motivo de la
celebración de la festividad del Corpus Christi, Día de la Caridad. Esta
jornada se celebra el 3 junio con el lema, “Compromiso social y caridad
transformadora”.
“Compromiso social y
caridad transformadora”
La Solemnidad del Corpus
Christi nos invita a contemplar y celebrar el gran don de la presencia real de
Cristo vivo entre nosotros en su cuerpo entregado y en su sangre derramada para
la vida del mundo. De manera muy especial, es una llamada a entrar en el
misterio de la Eucaristía para configurarnos con él. Este misterio, en palabras
de Benedicto XVI, “se convierte en el factor renovador de la historia y de todo
el cosmos [pues], en efecto, la institución de la Eucaristía muestra cómo
aquella muerte, de por sí violenta y absurda, se ha transformado en Jesús en un
supremo acto de amor y de liberación definitiva del mal para la humanidad”.
A la luz de este misterio
de amor renovador, liberador y transformador, que es la Eucaristía, invitamos a
todos los cristianos, en particular a cuantos trabajáis en la acción caritativa
y social, a un compromiso que sea liberador, que contribuya a mejorar el mundo
y que impulse a todos los bautizados a vivir la caridad en las relación con los
hermanos y en la transformación de las estructuras sociales.
Tu compromiso mejora el
mundo
Transformados interiormente
por la contemplación del amor incondicional de Jesucristo, que entrega su vida
para liberarnos del mal y hacernos pasar de las tinieblas a la luz, de la
muerte a la vida, queremos recordar a todos y cada uno de los cristianos, así
como a los hombres y mujeres de buena voluntad que quieran escucharnos, el
mensaje de la campaña institucional de Cáritas: “Tu compromiso mejora el
mundo”.
Somos conscientes de que,
hoy, no está de moda hablar del compromiso. Es más, para muchos, en esta
cultura de lo virtual, de lo inmediato y pasajero, la preocupación por los
demás se considera como algo trasnochado. Sin embargo, el compromiso en favor
de los más débiles y por la transformación del mundo, es la más noble expresión
de nuestra dignidad, de nuestra responsabilidad y solidaridad.
Para los cristianos, el
compromiso caritativo y social, el ser con los demás y totalmente entregado a
ellos, camina en paralelo con nuestra configuración con Cristo. Se trata de un
compromiso que nace de la fe en la Trinidad. Los cristianos creemos en un Dios,
que es Padre, que ama incondicionalmente a cada uno de sus hijos y les confiere
la misma dignidad; un Dios Hijo que entrega su vida para liberarnos del pecado
y de las esclavitudes cotidianas, haciéndonos pasar de la muerte a la vida; un
Dios Espíritu que alienta el amor que habita en cada ser humano y nos hace
vivir la comunión con todos, tejiendo redes de fraternidad y de solidaridad al
estilo de Jesús, que “no vino a ser servido, sino a servir y dar su vida en
rescate por todos”(Mt 20,28). Desde esta configuración con Cristo, os
proponemos un cuádruple compromiso:
1. Vivir con los ojos y el
corazón abiertos a los que sufren: Hemos de abrir los ojos y el corazón a todo
el dolor, pobreza, marginación y exclusión que hay junto a nosotros. Convivimos
con una cultura que ignora, que excluye, oculta y silencia los rostros del
sufrimiento y la pobreza. Sin embargo, no podemos ignorarlos. Como dice el papa
Francisco, “la pobreza nos desafía todos los días con sus muchas caras marcadas
por el dolor, la marginación, la opresión (…), el tráfico de personas y la
esclavitud, el exilio, la miseria y la migración forzosa”.4 Este desafío
resulta “cruel”, cuando constatamos que estas situaciones no son el fruto de la
casualidad, sino la consecuencia de la injusticia social, de la miseria moral,
de la codicia de unos pocos y de la indiferencia generalizada de muchos.
2. Cultivar un corazón
compasivo: La multiplicación y la complejidad de los problemas pueden saturar
nuestra atención y endurecer nuestro corazón. Frente a la tentación de la
indiferencia y del individualismo, los cristianos debemos cultivar la compasión
y la misericordia, que son como la protesta silenciosa contra el sufrimiento y
el paso imprescindible para la solidaridad.
3. Ser capaces de ir
contracorriente: Esta invitación al compromiso no es algo superficial o
periférico. Pone en juego dimensiones tan hondas como la propia libertad. En la
vida, podemos seguir la corriente de quienes permanecen instalados en los
intereses personales y pasajeros o podemos vivir como personas comprometidas al
estilo de Jesús, actuando contracorriente y poniendo los medios para que los
intereses económicos no estén nunca por encima de la dignidad de los seres
humanos y del bien común.
4. Ser sujeto comunitario y
transformador: Los cristianos estamos llamados a ser agentes de transformación
de la sociedad y del mundo, pero esto sólo es posible desde el ejercicio de un
compromiso comunitario, vivido como vocación al servicio de los demás. Esto
quiere decir que hemos de poner todos los medios a nuestro alcance para la
creación de comunidades, que sean signo y sacramento del amor de Dios.
Comunidades capaces de compartir y poner al servicio de los hermanos los bienes
materiales, el tiempo, el trabajo, la disponibilidad y la propia existencia.
Comunidades capaces de poner a la persona en el centro de su mirada, palabra y
acción.
La caridad es
transformadora
Para todos aquellos que
trabajan en el ámbito de la acción caritativa y social de la Iglesia, este
compromiso transformador se hace todavía más urgente al tomar conciencia de la
fuerza transformadora de la caridad. La doctrina social de la Iglesia habla
permanentemente de ella.
Recordemos un texto
antológico del papa Francisco: «La Iglesia, guiada por el Evangelio de la
misericordia y por el amor al hombre, escucha el clamor por la justicia y
quiere responde a él con todas sus fuerzas. En este marco se comprende el pedido
de Jesús a sus discípulos: “¡Dadles vosotros de comer!” (Mc 6,37) lo cual
implica tanto la cooperación para resolver las causas estructurales de la
pobreza y para promover el desarrollo integral de los pobres como los gestos
más simples y cotidianos de solidaridad ante las miserias muy concretas que
encontramos» (EG, nº 188). De acuerdo con estas enseñanzas del Santo Padre,
podemos concluir que la acción caritativa no es mera asistencia. La caridad,
además de ofrecer los gestos más simples y cotidianos de solidaridad, promueve
el desarrollo integral de los pobres y coopera a la solución de las causas
estructurales de la pobreza.
Los obispos españoles
también hemos insistido en esta dimensión transformadora de la actividad
caritativa y hemos manifestado que «nuestra caridad no puede ser meramente
paliativa, debe ser preventiva, curativa y propositiva. La voz del Señor nos
llama a orientar toda nuestra vida y nuestra acción desde la realidad
transformadora del reino de Dios».5 Esto implica desenmascarar la injusticia
por medio de la denuncia profética, socorrer al necesitado mediante la
asistencia y colaborar en la organización de estructuras más justas por medio
de la transformación social.
Pidamos al Espíritu una
mística social transformadora
En la plegaria eucarística
hay dos momentos especialmente significativos en los que se manifiesta la
fuerza transformadora de la Eucaristía. Son las dos “epíclesis” o invocaciones
al Espíritu Santo que hacemos en la celebración eucarística. En la primera
pedimos al Padre que envíe su Espíritu para que el pan y el vino se conviertan
en el cuerpo y la sangre del Señor. En la segunda, invocamos la acción del
Espíritu sobre la comunidad eclesial para que sea una sola cosa en Cristo y
haga así posible la salvación de los que participan de ella. En ambas epíclesis
los cristianos expresamos el dinamismo transformador que encarna la celebración
eucarística y descubrimos la necesidad de ser instrumentos de renovación del
cosmos y de la humanidad, desde la comunión con Cristo. Pidamos, hoy, al
Espíritu Santo que esta mística social y transformadora de la Eucaristía nos
ayude a comprometernos en la transformación del mundo y en la promoción de una
caridad transformadora en todas nuestras organizaciones caritativas y sociales.
Sabemos que la tarea no es fácil, pero la caridad no está para dejar las cosas
como están ni consiste en hacer lo que siempre se ha hecho en el campo social.
La caridad denuncia la injusticia y promueve el desarrollo humano integral, nos
impulsa a la conversión de nuestros criterios y actitudes, de nuestra manera de
pensar y de actuar, para colaborar con el Señor en el acompañamiento a las
personas y en la transformación de las estructuras que generan pobreza,
discriminación y desigualdad.
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