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domingo, 29 de julio de 2018

DOMINGO DE LA MULTIPLICACIÓN DE LOS PANES






En este decimoséptimo domingo ordinario se interrumpe la lectura del evangelista San Marcos, que es el que corresponde al año en curso, y se comienza a leer el célebre capítulo sexto del evangelio de San Juan, texto largo y fundamental que será dividido en perícopas para la celebración litúrgica durante varios domingos sucesivos. Todo el capítulo es una gran catequesis eucarística y cristológica, que se abre con el milagro de la multiplicación de los panes.

La primera lectura es como una anticipación en el Antiguo Testamento del gran signo o milagro del Mesías. Una vez más el Señor muestra lo que puede hacer con “lo poco que es nuestro” con su gracia y así convierte lo poco en una sobreabundancia.

Las referencias son claramente eucarísticas y eclesiales. Aparecen las acciones eucarísticas fundamentales: “tomar el pan, dar gratis y repartirlo”. Así el Señor alimenta a su pueblo.

Lo que  sobra debe ser recogido, con lo que se llenaron doce canastos.

La Iglesia tendrá una provisión eterna que deberá ser distribuida a todas las generaciones. Se anuncia así la Eucaristía.


La multiplicación de los panes es un signo anunciador de ésta.

Cada domingo el Señor parte su pan para nosotros y alimenta a su pueblo y por eso hoy la Esposa Iglesia, contenta, canta en el Salmo: “Abres tu mano y nos sacias”.

Hambre de paz, de unidad, de salvación. Es el hambre último de la fe, que es precedido del hambre penúltimo de la justicia y del progreso. Pero ese compromiso social y compromiso espiritual no son dos cosas distintas, ya que no puede existir unidad en la fe, sin unidad en el amor.

Y así va formado a la Iglesia como se describe en la segunda lectura: “Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como es única la esperanza”.

La finalidad primera de la celebración eucarística es la unidad de la Iglesia.





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