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sábado, 29 de septiembre de 2018

HOY VOY DE BODA




Hoy San Miguel voy de boda, y desde estas líneas quiero expresar que el amor matrimonial se configura en un proyecto de vida. Nace del encantamiento y la pasión que lleva al encuentro y conocimiento personal. La experiencia del encuentro saca de la soledad, singulariza a partir de los amigos y de la familia. Cada uno llega a ser único para el otro. La vida personal, sin la compañía del otro, ha perdido interés. Es incomprensible.

Los novios enamorados suelen expresar su experiencia  diciendo: nadie me había querido así, nadie me había comprendido y aceptado así, con nadie me he sentido tan a gusto como con él o con ella. Gracias a ella soy distinto. Juntos podemos comernos el mundo. Esa energía inicial pasa después por distintas etapas. Se topa con la parte menos hermosa y altruista de cada uno. Para seguir desarrollándose como fidelidad e intimidad progresiva tiene que superar algunos obstáculos, que son comunes a toda relación. Pasa por crisis y desilusiones más o menos conscientes y profundas. No protege de la soledad y el desencanto. La trayectoria de la relación conyugal  es similar la relación religiosa entre el ser humano y Dios.

La relación conyugal  es, por una parte, un bálsamo para las diferencias, pero, por otra parte, es sal para las limitaciones de cada uno. Es la lucha por el poder: el poder de los afectos, el de las decisiones, el de las razones. Como en toda relación, el poder se distribuye y se reparte. A veces pacíficamente, otras veces por conquista. Y se llega a un equilibrio. Acontece sin embargo, que algunas parejas no se contentan con esa distribución equitativa. Y  se prolonga la lucha por la superioridad. Ahí está la raíz de cantidad de discusiones y conflictos. Necesito mostrar que en esto soy superior a ti. Y que me lo reconozcas.

Para el crecimiento de la relación de fidelidad creativa y amorosa de la pareja es imprescindible el perdón. Implica la capacidad para reconocer las propias limitaciones. Tiene dos formas esenciales: pedir perdón y dar el perdón. El resultado es la reconciliación. Sin ella no hay crecimiento y maduración del amor conyugal. Ni del amor fraterno. Por eso la experiencia del perdón es una buena noticia.

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