Hoy San Miguel voy de boda,
y desde estas líneas quiero expresar que el amor matrimonial se configura en un
proyecto de vida. Nace del encantamiento y la pasión que lleva al encuentro y
conocimiento personal. La experiencia del encuentro saca de la soledad, singulariza
a partir de los amigos y de la familia. Cada uno llega a ser único para el
otro. La vida personal, sin la compañía del otro, ha perdido interés. Es
incomprensible.
Los novios enamorados
suelen expresar su experiencia diciendo:
nadie me había querido así, nadie me había comprendido y aceptado así, con
nadie me he sentido tan a gusto como con él o con ella. Gracias a ella soy
distinto. Juntos podemos comernos el mundo. Esa energía inicial pasa después
por distintas etapas. Se topa con la parte menos hermosa y altruista de cada
uno. Para seguir desarrollándose como fidelidad e intimidad progresiva tiene
que superar algunos obstáculos, que son comunes a toda relación. Pasa por
crisis y desilusiones más o menos conscientes y profundas. No protege de la
soledad y el desencanto. La trayectoria de la relación conyugal es similar la relación religiosa entre el ser
humano y Dios.
La relación
conyugal es, por una parte, un bálsamo
para las diferencias, pero, por otra parte, es sal para las limitaciones de
cada uno. Es la lucha por el poder: el poder de los afectos, el de las
decisiones, el de las razones. Como en toda relación, el poder se distribuye y
se reparte. A veces pacíficamente, otras veces por conquista. Y se llega a un
equilibrio. Acontece sin embargo, que algunas parejas no se contentan con esa
distribución equitativa. Y se prolonga
la lucha por la superioridad. Ahí está la raíz de cantidad de discusiones y
conflictos. Necesito mostrar que en esto soy superior a ti. Y que me lo
reconozcas.
Para el crecimiento de la
relación de fidelidad creativa y amorosa de la pareja es imprescindible el
perdón. Implica la capacidad para reconocer las propias limitaciones. Tiene dos
formas esenciales: pedir perdón y dar el perdón. El resultado es la
reconciliación. Sin ella no hay crecimiento y maduración del amor conyugal. Ni
del amor fraterno. Por eso la experiencia del perdón es una buena noticia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario