Para casarse ¡no basta con celebrar la
boda! Es necesario hacer un camino del yo al nosotros, de pensar solo a pensar
en dos, de vivir solo a vivir en dos: es un buen camino, es un camino hermoso.
Cuando llegamos a descentralizarnos, entonces todo acto es conyugal:
trabajamos, hablamos, decidimos, encontramos...
...A partir de su fidelidad, de su
ternura, de su generosidad, miramos con fe al matrimonio y a toda vocación y
comprendemos el sentido pleno de la sexualidad. La criatura humana, en su
inseparable unidad de espíritu y cuerpo y en su polaridad masculina y femenina,
es una realidad muy buena, destinada a amar y a ser amada...
...El cuerpo humano no es un instrumento
de placer, sino el lugar de nuestra llamada al amor y en el amor auténtico no
hay espacio para la lujuria y para su superficialidad. ¡Los hombres y las
mujeres se merecen más que eso! Por lo tanto, la Palabra «No cometerás
adulterio», aunque expresada en forma negativa, nos orienta a nuestra llamada
original, es decir, al amor nupcial pleno y fiel, que Jesucristo nos reveló y
donó. (cf. Romanos 12, 1).
Hay un solo Señor y ese Señor es
“nuestro” en el sentido de que él está vinculado a nosotros con un pacto
indisoluble, nos amó, nos ama y nos
amará por siempre. De esta fuente proviene el doble mandamiento para nosotros:
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, con toda tu
mente y con todas tus fuerzas.[…] Amarás a tu prójimo como a ti mismo “(v.
30-31).
Amar a Dios es vivir de él y para él,
por lo que es y por lo que hace. Y nuestro Dios es donación sin reservas, es
perdón sin límites, es una relación que promueve y crece...
...Amar a Dios significa invertir tus
energías todos los días para ser sus colaboradores en servir a nuestro prójimo
sin reservas, en buscar perdonar sin límites y en cultivar relaciones de
comunión y fraternidad.
Papa Francisco
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