Memoria de la Bienaventurada
Virgen María del Monte Carmelo, montaña en la que Elías consiguió que el pueblo
de Israel volviera a dar culto al Dios vivo y donde, siglos más tarde, algunos
cruzados, buscando la soledad, se retiraron para hacer vida eremítica, dando
origen en el transcurso del tiempo a una orden religiosa de vida contemplativa
y apostólica, que tiene como patrona y protectora a la "Señora del
lugar".
La Escritura celebra la
belleza de la montaña del Carmelo, una belleza que la Iglesia contempla en
María, la cual es llamada también "Stella maris".
San Bernardo predicó:
"Si soplan los vientos de la tentación, si te arrojan contra las rocas de
la tribulación, mira la estrella, invoca a María; si te golpean las olas del
orgullo, de la ambición, de la envidia, de la rivalidad, mira la estrella,
invoca a María. En caso de que la ira, o la avaricia, o el deseo carnal asalten
con violencia la frágil embarcación de tu alma, mira la estrella, invoca a
María".
Muchas parroquias costeras la
invocan y la celebran.
La Orden del Carmen, en sus
dos ramas lozanas, de la Antigua Observancia y Descalza, canta hoy gozosa la
Secuencia, atribuida a san Simón Stock: "Flos Carmeli, vitis florígera,
splendor caeli, virgo puérpera singularis", "Flor del Carmelo, viña
florida, resplandor del cielo, y virgen singular".
Es conveniente que las
comunidades canten el Himno: "Ave, maris Stella".
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