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domingo, 4 de julio de 2021

DOMINGO DE LA PREDICACIÓN DE JESÚS EN NAZARET

 A los habitantes de Nazaret les supera la persona de Jesús, sus obras y sus enseñanzas.

Esto provoca un escándalo entre ellos y la objeción: "¿No es este el carpintero?"

Es de notar que, en el Evangelio de Marcos, Jesús no es conocido como el "hijo del carpintero", sino él mismo, "carpintero".

Hasta cinco preguntas plantean.

Les era increíble e inadmisible su persona.

Ellos sabían los orígenes humanos de Jesús, pero no sabían su origen divino: no podían comprender que era la manifestación de la Sabiduría de Dios.

Sabían los límites humanos de su persona y querían marcar límites a su ministerio: "se escandalizaban a cuenta de Él".

Sin la fe, nada puede hacer Jesús para sus coetáneos.

Lo mismo que experimentó el profeta Ezequiel, y como él todos los profetes, en la primera lectura.

Los misioneros cristianos deberán experimentar esta situación.

El éxito no es ni de lejos lo decisivo: "Te hagan caso o no te hagan caso (...) reconocerán que hubo un profeta en medio de ellos".

En este sentido, la segunda lectura completa todo el contenido del Evangelio: nos basta la gracia de Dios.

De hecho, la única confianza realmente cristiana es la que permanece arraigada en la misericordia de Dios, como canta el Salmo.

La asamblea cristiana canta gozosa en la I Antífona de comunión: "Gustad y ved qué bueno es el Señor".

La comunión eucarística realiza esta presencia del Señor entre nosotros.

En la perícopa evangélica hay una perla: los habitantes de Nazaret conocen a Jesús como "el hijo de María", como si dijesen "el hijo de una vecina del pueblo".

Seguramente ella debía estar en la sinagoga, a su vez asombrada por lo que sucedía.

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