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domingo, 28 de mayo de 2017

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR



Este es un día que nos enseña a comprender y vivir el misterio litúrgico, proclamando un momento de la existencia de Cristo y participando por la eucaristía en Él. 

Esta solemnidad ha sido trasferida al domingo 7º de Pascua en muchos lugares desde su día originario, el jueves de la sexta semana, cuando se cumplen 40 días después de la Resurrección, conforme al relato de San Lucas en su evangelio y en los Hechos de los Apóstoles; pero sigue conservando el simbolismo de la cuarentena: cómo el Pueblo de Dios anduvo cuarenta años en su éxodo de Egipto hasta llegar a la tierra prometida, así Jesús cumple su éxodo pascual en cuarenta días de apariciones y enseñanzas hasta ir al Padre. La Ascensión es un momento más del único Misterio Pascual de la muerte y resurrección de Jesucristo, y expresa sobre todo la dimensión de exaltación y glorificación de la naturaleza humana de Jesús como contrapunto a la humillación padecida en el suplicio y la muerte.

Este es un día que nos enseña a comprender y vivir el misterio litúrgico, proclamando un momento de la existencia de Cristo y participando por la eucaristía en Él, "en quien nuestra naturaleza humana ha sido tan extraordinariamente enaltecida que participa de su misma gloria".

Sagrada Escritura:

Primera: Hch 1-1-11
Salmo 46
Segunda: Ef 1,17-23
Evangelio: Mt 28, 16-20

El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo, volverá como le habéis visto marcharse.

Esta afirmación de los Hechos de los apóstoles nos ofrece una síntesis profunda de la liturgia en la solemnidad de la Ascensión. Jesús sube al cielo con su cuerpo glorificado. Deja a los apóstoles una misión clara y comprometedora: Id y haced discípulos a todos los pueblos.

Se trata de ir hasta los confines de la tierra para que resuene el pregón de Dios. Se trata de anunciar sin descanso cuál es la altura, la anchura y la profundidad del amor de Dios, que se ha manifestado en Cristo Jesús. El apóstol será pues el hombre del “amor más grande”. El hombre consciente de que el Señor, que hoy asciende entre aclamaciones, volverá. ¡Volverá sin falta y lleno de Gloria! Así pues, se trata en último término de comprender cuál es la esperanza a la que hemos sido llamados, comprender cuál es la herencia que Dios prepara a los que lo aman.

Esta solemnidad de la Ascensión es pues un momento magnífico para examinar nuestro peregrinar en la vida, considerar que el Señor volverá para tomarnos consigo y que, por lo tanto, hay que reemprender con entusiasmo nuestras tareas cotidianas recuperando en ellas el valor de eternidad.



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