No en el sentido
de productora de la gracia, sino distribuidora, medianera de la misma. Todas
las gracias que recibes pasan por las manos de una Madre, por voluntad de Dios.
Al ser la Madre de Cristo m de alguna manera es la madre de esa gracia que
Cristo nos dio. Porque el sí de María pondría en marcha la Redención de los
hombres, la redención que nos otorgaría la gracia.

El ángel Gabriel, dirigiéndose a la Virgen de Nazaret, después del saludo «alégrate», la llama «llena de gracia». Esas palabras del texto griego: «alégrate» y «llena de gracia», tienen entre sí una profunda conexión: María es invitada a alegrarse sobre todo porque Dios la ama y la ha colmado de gracia con vistas a la maternidad divina.
La fe de la Iglesia y la experiencia de los santos enseñan que la gracia es la fuente de alegría y que la verdadera alegría viene de Dios. En María, como en los cristianos, el don divino es causa de un profundo gozo.
«Llena de gracia»: esta palabra dirigida a María se presenta
como una calificación propia de la mujer destinada a convertirse en la madre de
Jesús. Lo recuerda oportunamente la constitución Lumen gentium, cuando afirma:
«La Virgen de Nazaret es saludada por el ángel de la Anunciación, por encargo
de Dios, como "llena de gracia"»
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