Hoy en la liturgia se hace memoria libre, según la piedad de
los fieles, en honor a María, bajo el título popular de LA VIRGEN BLANCA.
Este título alude a una leyenda piadosa del siglo IV. Según
cuenta la antigua tradición, un matrimonio romano, que no tenía descendientes y
disponía de muchos bienes, quería honrar a Santa María, y no sabía cómo
hacerlo.
Una noche de agosto, en sueños, creyó ver marcado con líneas
de nieve, el lugar elegido y reservado para que en él se construyera un templo
hermoso dedicado a la Santísima Virgen, y el matrimonio exultó de gozo.
Entendió qué quería la Virgen.
Así fue como surgió en Roma la bellísima basílica que
llamamos de “Santa María la Mayor” o de la “Virgen de las Nieves” o de la
“Virgen Blanca”.
En España hay muchas capillas de la Virgen Blanca; pero es
especialmente conocida la fiesta de la Virgen Blanca como patrona de la ciudad
de Vitoria, localidad que hace unos meses visito en peregrinación los
parroquianos de la Iglesia de San León Magno. Nosotros, amigos y hermanos en la
fe y devoción mariana, nos asociamos con piedad y cantos a esa liturgia de
blanca belleza en honor de Nuestra Señora.
Vos navegáis, alma mía, por el mar del pensamiento,vos sois de contrarios vientos combatida cada día;
para no temer la fortuna mirad siempre aquella Estrella
del norte, pues, sin ella no habréis bonanza ninguna.
Y para más la obligar decidle por oración
esta devota canción: ‘Ave, la Estrella de la mar,
puerta dichosa, camino del cielo, y emperadora...
Mostraos, Virgen, ser madre a los tristes que padecen,
tome por Vos nuestras preces el que siendo vuestro Padre,
por nosotros quiso ser vuestro hijo, y, siendo Dios,
se hizo, dentro de vos, hombre para padecer...
Sea alabanza, por tanto, a Dios Padre Criador,
y a Cristo, muy gran Señor, con el Espíritu Santo;
una honra a todos tres sin dar ventaja a ninguno;
pues todo lo que es de uno, y de todos ellos es. (C.
Castillejo )
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