Una pregunta incómoda
Esta pregunta es molesta, como son
molestas las preguntas de los niños pequeños. Es molesta porque se nos pregunta
algo esencial. Y lo esencial se define mal. O se define bien, pero se comprende
mal, porque no son muchos los que han llegado justamente a ser verdaderos
orantes.
Tú, joven, tienes derecho a hacer la
pregunta. Y te encontrarás muchas veces con respuestas de los adultos, que no
te sirven, que no entiendes; quizá descubras que las palabras no se
corresponden con los hechos. Ten en cuenta que preguntas algo esencial y que, a
lo mejor, se preguntas a uno que reza, pero que no es un verdadero orante; está
todavía en camino, como tú.
Santa Teresa de
Jesús definió
la oración como “tratar a solas con quien sabemos que nos ama”. Tres elementos:
soledad, amistad, amor. Claro, es la definición de una santa mayor, digamos, y
de una contemplativa. Pero ya nos da pistas.
San Juan Bosco se santificó
estando mucho tiempo en medio de sus
muchachos, tanto que algunos se preguntaban cuando rezaba Don Bosco. Y rezaba
estando con los muchachos.
La amistad con Dios toma, pues,
muchas formas y todas son válidas. Para
concretar un poco:
-Para rezar es preciso creer,
sentirse apoyado en Dios. Algunos hoy quieren rezar desde su actitud de no
creyentes. Esto no tiene sentido.
-Para rezar es preciso sentirse
pobre, ir a Dios como Dios; es decir, como Señor. Tendremos que meditar
mucho la parábola del publicano, que, a la puerta del templo, sólo sabe
repetir: "Acuérdate de mí, que soy un pecador".
-Para rezar es preciso estar
dispuesto a cumplir la voluntad de Dios, más que obligar a Dios a que
cumpla nuestra voluntad. Rezar es ser amigo, cada día más amigo de Dios y
hacerle cada vez a Él más importante, quitándonos importancia a nosotros
mismos. Esta lección es difícil. Por eso rezar es casi imposible para algunos.
-Para rezar es preciso recordar
que no vamos a la oración para justificarnos ante Dios; vamos a la oración
porque Dios nos deja estar en su presencia y le gusta que estemos en su
presencia, aprendiendo las cosas de su Corazón y descubriendo así cómo nuestro
corazón está lleno de lo que no es importante, de lo que no es esencial.
Oración que rezaba San Ignacio de Loyola
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas escóndeme.
No permitas que me aparte de ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame,
y mándame ir a ti,
para que con tus santos te alabe
por los siglos de los siglos.
Amén.
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