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lunes, 21 de noviembre de 2016

FRANCISCO ESTABLECE LA "MISERICORDIA ET MISERA" UNA “JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES”




EL PAPA AUTORIZA A TODOS LOS SACERDOTES ABSOLVER EL PECADO DEL ABORTO SIN RESTRICCIONES

 

 

"No existe ningún pecado que la misericordia de Dios no pueda alcanzar y destruir"



El Papa Francisco vuelve a sorprender. Nada más cerrar la Puerta Santa del Año de la Misericordia, publica una carta apostólica en la que, entre otras novedades, establece que, a partir de ahora, cualquier sacerdote podrá absolver del pecado del aborto sin restricciones. Hasta ahora, la absolución sólo correspondía al obispo o a un sacerdote especialmente designado. Durante el Año Jubilar, Bergoglio estableció una "amnistía" que ahora se prorroga, indefinidamente.
"Para que ningún obstáculo se interponga entre la petición de reconciliación y el perdón de Dios, de ahora en adelante concedo a todos los sacerdotes, en razón de su ministerio, la facultad de absolver a quienes hayan procurado el pecado de aborto", subraya el Papa en su carta “ Misericordia et misera” pese a constatar que "el aborto es un pecado grave, porque pone fin a una vida humana inocente", subraya que "no existe ningún pecado que la misericordia de Dios no pueda alcanzar y destruir, allí donde encuentra un corazón arrepentido que pide reconciliarse con el Padre".
El paso dado por el Papa tiene un importante factor histórico, puesto que saca al aborto de la lista de pecados "imperdonables", y acerca -al menos ése es su objetivo- a la Iglesia a aquellas mujeres católicas que sufrieron este drama y se vieron expulsadas de la institución. "La misericordia no puede ser un paréntesis en la vida de la Iglesia, sino que constituye su misma existencia", apunta Bergoglio al comienzo de su carta, que pone como ejemplo el encuentro de Cristo y la mujer adúltera para demostrar cómo "el perdón es el signo más visible del amor del Padre, que Jesús ha querido revelar a lo largo de toda su vida. No existe página del Evangelio que pueda ser sustraída a este imperativo del amor que llega hasta el perdón".
"Nada de cuanto un pecador arrepentido coloca delante de la misericordia de Dios queda sin el abrazo de su perdón. Por este motivo, ninguno de nosotros puede poner condiciones a la misericordia; ella será siempre un acto de gratuidad del Padre celeste, un amor incondicionado e inmerecido", añade el Papa, en un toque de atención a aquellos más preocupados por el rigorismo que por el amor.

"Sólo Dios perdona los pecados, pero quiere que también nosotros estemos dispuestos a perdonar a los demás, como él perdona nuestras faltas", recuerda el Santo Padre, quien muestra su "tristeza" cada vez que "nos quedamos encerrados en nosotros mismos, incapaces de perdonar. Triunfa el rencor, la rabia, la venganza; la vida se vuelve infeliz y se anula el alegre compromiso por la misericordia".
"No existe ley ni precepto que pueda impedir a Dios volver a abrazar al hijo que regresa a él reconociendo que se ha equivocado, pero decidido a recomenzar desde el principio. Quedarse solamente en la ley equivale a banalizar la fe y la misericordia divina", subraya el Papa, "incluso en los casos más complejos"


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