EL PAPA PIDE A LOS CRISTIANOS ACOGER A LOS
EXCLUIDOS, SIN "CERRARNOS EN SEGURIDADES EGOÍSTAS"
Francisco:
"No excluyamos a nadie, seamos instrumento de la misericordia inclusiva
del Padre"
Como cristianos, estamos invitados a hacer nuestro
este criterio de la misericordia, con el que tratamos de incluir en nuestra
vida a todos, recibiéndolos y amándolos como los ama Dios
"No excluyamos a nadie. Con humildad y
simplicidad, seamos instrumento de la misericordia inclusiva del Padre". El Año Jubilar está
llegando a su fin. Un éxito rotundo de participación, que a buen seguro superará los 21
millones de peregrinos en Roma. Este sábado, Bergoglio presidió la última
audiencia jubilar en una plaza de san Pedro abarrotada.
Una
mañana fría pero soleada, marcada por la música y la alegría, que Bergoglio
supo corresponder con su calidez y sus palabras. En el fin de semana dedicado a
los excluidos, el Papa hizo un llamamiento a la inclusión,como
parte esencial del Evangelio de Jesús.
"Venid a mí todos los que estáis cansados y
agobiados, que yo os aliviaré", dice el Evangelio de Mateo, elegido para la ocasión. Y así
lo señaló el Papa. "Dios, en su diseño de amor, no quiere excluir a nadie,
quiere incluir a todos. Mediante el Bautismo, todos somos hijos en Cristo,
miembros de su cuerpo, que es la Iglesia", señaló. Por ello, "los cristianos estamos llamados a usar
el mismo criterio: la misericordia es el medio de acoger a los
excluidos, evitando cerrarnos en nuestras seguridades egoístas".
La
invitación del Evangelio "es
una invitación universal: Venid a mí todos los que estáis cansados y
agobiados, que yo os aliviaré. Ninguno está excluido de esta llamada. La misión
de Jesús es revelar a cada persona el amor del Padre. Nos invita a abrir el corazón, fiarse de
Jesús y acoger este mensaje de amor que
nos hace entrar en el misterio de la salvación".
Para el Papa, "la
inclusión es un aspecto de la misericordia, y se manifiesta en aquellos que acogen
sin excluir, sin 'clasificar' a
los otros en base a las condiciones sociales, la lengua, la raza, la cultura o
la religión", pues "cada uno de nosotros es una persona a la que
amar, como la ama Dios".
"En mi trabajo, en mi día a día, me encuentro con personas
que aman y a las que amar. Una persona a la que Dios ama, y yo debo amarla.
Esta es la inclusión", subrayó Bergoglio, quien se preguntó "cuántas
personas encontramos tiradas, dejadas, en ambulatorios, servicios públicos...
Pasan a nuestro lado, por nuestra mirada.... Nuestro corazón, ¿cómo es? ¿Es
misericordioso? ¿Es inclusivo?", se preguntó.
"El Evangelio nos llama a reconocer en la
historia de la Humanidad el diseño de una gran obra de inclusión, que respetando la liberad de cada persona, comunidad o pueblo, y
llama a todos a formar una gran comunidad de hermanos y hermanas, en la
justicia, la solidaridad y la paz".
"Qué
bellas son las palabras de Jesús que invita a todos los fatigados a caminar con
él para encontrar descanso. Ninguno está excluido del amor y la
misericordia de Dios. Ninguno. Ni siquiera el gran pecador, ninguno. Todos estamos incluidos en su amor y
en su misericordia", concluyó el Papa.
Para
Bergoglio, la expresión inmediata de la misericordia de Dios "es su
perdón. Todos tenemos necesitad de ser perdonados
por Dios, y de encontrar
hermanos y hermanas que nos ayuden a encontrar a Jesús"
"No
excluyamos a nadie. Con humildad y simplicidad, seamos instrumento de la
misericordia inclusiva del Padre", pidió Francisco, que señaló a la
columnata de Bernini como símbolo de una Iglesia que quiere "exprimir ese abrazo de Cristo, muerto y
resucitado, que quiere
envolver a todos en la inclusión, testimonio de la misericordia con la que Dios
nos acoge a cada uno de nosotros".
Este fue el saludo en
castellano:
Queridos hermanos y hermanas:
En esta última Audiencia Jubilar del sábado consideramos un aspecto importante de la misericordia: la inclusión, que refleja el actuar de Dios, que no excluye a nadie de su designio amoroso de salvación, sino llama a todos. Esta es la invitación que hace Jesús en el Evangelio de Mateo que acabamos de escuchar: «Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados». Nadie está excluido de esta llamada, porque la misión de Jesús es revelar a cada persona el amor del Padre.
Por el sacramento del bautismo, nos convertimos en hijos de Dios y en miembros del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Por eso, como cristianos, estamos invitados a hacer nuestro este criterio de la misericordia, con el que tratamos de incluir en nuestra vida a todos, acogiéndolos y amándolos como los ama Dios. Así evitamos encerrarnos en nosotros mismos y en nuestras propias seguridades.
El Evangelio nos impulsa a reconocer en la historia de la humanidad el designio de una gran obra de inclusión que, respetando la libertad de cada uno, llama a todos a formar una única familia de hermanos y hermanas, y a ser miembros de la Iglesia, cuerpo de Cristo.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los provenientes de España y Latinoamérica. Que el Señor Jesús, que a todos acoge con sus brazos abiertos en la cruz, nos ayude a crecer como hermanos en su amor y a ser instrumentos de la misericordia y ternura del Padre. Muchas gracias.
Texto completo de la catequesis del Papa Francisco
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En
esta última Audiencia Jubilar del sábado, quisiera presentar un aspecto
importante de la misericordia: la inclusión. De hecho, Dios en su designio de
amor, no quiere excluir a nadie, sino quiere incluir a todos. Por ejemplo,
mediante el Bautismo, nos hace sus hijos en Cristo, miembros de su cuerpo que
es la Iglesia. Y nosotros cristianos estamos invitados a usar el mismo
criterio: la misericordia es ese modo de actuar, ese estilo, con el cual
tratamos de incluir en nuestra vida a los demás, evitando cerrarnos en nosotros
mismos y en nuestras seguridades egoístas.
En
el pasaje del Evangelio de Mateo que acabamos de escuchar, Jesús dirige una
invitación realmente universal: «Vengan a mí todos los que están afligidos y
agobiados, y yo los aliviaré» (11,28). Nadie está excluido de esta llamada,
porque la misión de Jesús es aquella de revelar a cada persona el amor del
Padre. A nosotros nos corresponde abrir el corazón, encomendarnos a Jesús y
acoger este mensaje de amor, que nos hace participar en el misterio de la
salvación.
Este
aspecto de la misericordia, la inclusión, se manifiesta en el abrir los brazos
para acoger sin excluir; sin clasificar a los demás en base a la condición
social, a la lengua, a la raza, a la cultura, a la religión: ante nosotros
existe solamente una persona para amar como lo ama Dios. A aquel que encuentro,
en mi trabajo, en mi barrio, es una persona por amar, como ama Dios. "Pero
este es de aquel país, de aquel otro, de esta religión, de aquella otra... Es
una persona que ama Dios y yo debo amarla". Esto es incluir, y esta es la
inclusión.
¡Cuántas
personas cansadas y oprimidas encontramos también hoy! Por la calle, en las
oficinas públicas, en los centros médicos... La mirada de Jesús se fija en cada
uno de estos rostros, también a través de nuestros ojos. Y ¿Cómo esta nuestro
corazón? ¿Es misericordioso? Y ¿Nuestro modo de pensar y de actuar, es
inclusivo? El Evangelio nos invita a reconocer en la historia de la humanidad
el designio de una gran obra de inclusión, que, respetando plenamente la libertad
de cada persona, de cada comunidad, de cada pueblo, llama a todos a formar una
familia de hermanos y hermanas, en la justicia, en la solidaridad y en la paz,
y a ser parte de la Iglesia, que es el cuerpo de Cristo.
¡Como
son verdaderas las palabras de Jesús que invita a cuantos están cansados y
agobiados a ir hacia Él para encontrar descanso! Sus brazos abiertos en la cruz
demuestran que nadie está excluido de su amor y de la misericordia. Nadie está
excluido de su amor y de la misericordia, ni siquiera el más grande pecador:
nadie. Todos somos incluidos en su amor y en su misericordia. La expresión más
inmediata con la cual nos sentimos acogidos e inseridos en Él es aquel de su
perdón. Todos tenemos necesidad de ser perdonados por Dios. Y todos tenemos necesidad
de encontrar a hermanos y hermanas que nos ayudan a ir hacia Jesús, a abrirnos
al don que nos ha dado en la cruz. ¡No nos obstaculicémonos entre nosotros! ¡No
excluyamos a nadie! Al contrario, con humildad y simplicidad hagámonos
instrumentos de la misericordia inclusiva del Padre. La misericordia inclusiva
del Padre: es así. La santa madre Iglesia extiende en el mundo el gran abrazo
de Cristo muerto y resucitado. También esta Plaza, con sus columnatas, expresa
este abrazo. Dejémonos envolver en este movimiento de inclusión de los demás,
para ser testigos de la misericordia con la cual Dios ha acogido y acoge a cada
uno de nosotros.
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