"QUE NAVIDAD SEA UN ENCUENTRO PERSONAL CON
EL SEÑOR
Y SUSCITE PROPÓSITOS DE BIEN Y DE SOLIDARIDAD"
Metámonos esto en la cabeza:
Las propias seguridades no nos salvarán. La seguridad que nos salva es la de la
esperanza en Dios
Audiencia papal con el lema de "Navidad,
fuente de esperanza". En vísperas de Navidad, el Papa
Francisco invita a
"mirar al belén, que, en su sencillez, transmite esperanza". Una
esperanza que quiso desear, de nuevo, al "amado pueblo del Congo", a
cuyos políticos pidió "que escuchen la voz de su conciencia" y los
gritos del pueblo que sufre.
Lectura del Evangelio de Lucas:
"Hoy, en la ciudad de David, nos nació el Salvador, el Mesías, el Señor. Y
aquí tienen la señal: encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un
pesebre..."
Texto
completo de la catequesis del Papa Francisco:
Queridos hermanos y
hermanas, ¡buenos días!
Hemos iniciado hace poco un camino de
catequesis sobre el tema de la esperanza, muy apropiado para el tiempo del
Adviento. A guiarnos hasta ahora ha sido el profeta Isaías. Hoy, a pocos días
de la Navidad, quisiera reflexionar de modo más específico sobre el momento en
el cual, por así decir, la esperanza ha entrado en el mundo, con la encarnación
del Hijo de Dios. El mismo profeta Isaías había preanunciado el nacimiento del
Mesías en algunos pasajes: «Miren, la joven está embarazada y dará a luz un
hijo, y lo llamará con el nombre de Emanuel» (7,14); y también - en otro pasaje
- «Saldrá una rama del tronco de Jesé y un retoño brotará de sus raíces»
(11,1). En estos pasajes se entre ve el sentido de la Navidad: Dios cumple la
promesa haciéndose hombre; no abandona a su pueblo, se acerca hasta despojarse
de su divinidad. De este modo Dios demuestra su fidelidad e inaugura un Reino
nuevo, que dona una nueva esperanza a la humanidad. Y ¿cuál es esta esperanza?
La vida eterna.
Cuando se habla de la esperanza, muchas
veces se refiere a lo que no está en el poder del hombre y que no es visible.
De hecho, lo que esperamos va más allá de nuestras fuerzas y nuestra mirada.
Pero el Nacimiento de Cristo, inaugurando la redención, nos habla de una
esperanza distinta, una esperanza segura, visible y comprensible, porque está
fundada en Dios. Él entra en el mundo y nos dona la fuerza para caminar con Él
Dios camina con nosotros en Jesús, caminar con Él hacia la plenitud de la vida;
nos da la fuerza para estar de una manera nueva en el presente, a pesar de ser
difícil. Entonces, esperar para el cristiano significa la certeza de estar en
camino con Cristo hacia el Padre que nos espera. La esperanza jamás está
detenida, la esperanza siempre está en camino y nos hace caminar. Esta
esperanza, que el Niño de Belén nos dona, ofrece una meta, un destino bueno en
el presente, la salvación para la humanidad, la bienaventuranza para quien se
encomienda a Dios misericordioso. San Pablo resume todo esto con la expresión:
«Solamente en esperanza hemos sido salvados» (Rom 8,24). Es decir, caminando de
este modo, con esperanza, somos salvados. Y aquí podemos hacernos una pregunta,
cada uno de nosotros: ¿yo camino con esperanza o mi vida interior está
detenida, cerrada? ¿Mi corazón es un cajón cerrado o es un cajón abierto a la
esperanza que me hace caminar? No solo, con Jesús. Una buena pregunta por
hacernos.
En las casas de los cristianos, durante
el tiempo de Adviento, se prepara el pesebre, según la tradición que se remonta
a San Francisco de Asís. En su simplicidad, el pesebre transmite esperanza;
cada uno de los personajes está inmerso en esta atmósfera de esperanza.
Antes que nada notamos el lugar en el
cual nace Jesús: Belén. Un pequeño pueblo de Judea donde mil años antes había
nacido David, el pastor elegido por Dios como rey de Israel. Belén no es una
capital, y por esto es preferida por la providencia divina, que ama actuar a
través de los pequeños y los humildes. En aquel lugar nace el "hijo de
David" tan esperado, Jesús, en el cual la esperanza de Dios y la esperanza
del hombre se encuentran.
Luego, miramos a María, Madre de la
esperanza. Con su "si" ha abierto a Dios la puerta de nuestro mundo:
su corazón de joven estaba lleno de esperanza, completamente animada por la fe;
y así Dios la ha elegido y ella ha creído en su palabra. Aquella que por nueve
meses ha sido el arca de la nueva y eterna Alianza, en la gruta contempla al
Niño y ve en Él el amor de Dios, que viene a salvar a su pueblo y a la entera
humanidad. Junto a María estaba José, descendiente de Jesé y de David; también
él ha creído en las palabras del ángel, y mirando a Jesús en el pesebre, piensa
que aquel Niño viene del Espíritu Santo, y que Dios mismo le ha ordenado de
llamarlo así, "Jesús". En este nombre está la esperanza para todo
hombre, porque mediante este hijo de mujer, Dios salvará a la humanidad de la
muerte y del pecado. Por esto es importante mirar el pesebre: detenerse un poco
y mirar y ver cuanta esperanza hay en esta gente.
Y también en el pesebre están los
pastores, que representan a los humildes y a los pobres que esperaban al
Mesías, el «consuelo de Israel» (Lc 2,25) y la «redención de Jerusalén» (Lc
2,38). En aquel Niño ven la realización de las promesas y esperan que la
salvación de Dios llegue finalmente para cada uno de ellos. Quien confía en sus
propias seguridades, sobre todo materiales, no espera la salvación de Dios.
Pero fijemos esto en la cabeza: nuestras propias seguridades no nos salvaran.
Las propias seguridades no nos salvaran, solamente la seguridad que nos salva
es aquella de la esperanza en Dios, aquella que nos salva, aquella fuerte. Y
aquella que nos hace caminar en la vida con alegría, con ganas de hacer el
bien, con las ganas de ser felices para toda la eternidad. Los pequeños, los pastores,
en cambio confían en Dios, esperan en Él y se alegran cuando reconocen en este
Niño el signo indicado por los ángeles (Cfr. Lc 2,12).
Y justamente ahí está el coro de los
ángeles que anuncia desde lo alto el gran designio que aquel Niño realiza: «¡Gloria
a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él» (Lc
2,14). La esperanza cristiana se expresa en la alabanza y en el agradecimiento
a Dios, que ha inaugurado su Reino de amor, de justicia y de paz.
Queridos hermanos y hermanas, en estos
días, contemplando el pesebre, nos preparamos para el Nacimiento del Señor.
Será verdaderamente una fiesta si acogemos a Jesús, semilla de esperanza que
Dios siembra en los surcos de nuestra historia personal y comunitaria. Cada
"si" a Jesús que viene es un germen de esperanza. Tengamos confianza
en este germen de esperanza, en este sí: "Si Jesús, tú puedes salvarme, tú
puedes salvarme". ¡Feliz Navidad de esperanza para todos!
Texto íntegro del saludo del Papa en español:
En las catequesis de los miércoles
estamos reflexionando sobre el tema de la esperanza. Hoy, a pocos días de la
Navidad, contemplamos la Encarnación del Hijo de Dios, que marca el momento
concreto en el que la esperanza entró en el mundo. Dios se despoja de su
divinidad y se acerca a su pueblo, manifestando su fidelidad y ofreciendo a la
humanidad la vida eterna.
El nacimiento de Jesús, nos trae una
esperanza segura, visible y evidente, que tiene su fundamento en Dios mismo.
Jesús, entrando en el mundo, nos da fuerza para caminar con él hacia la
plenitud de la vida y vivir el presente de un modo nuevo.
El pesebre que preparamos en nuestras casas nos habla de este gran misterio de esperanza. Dios elige nacer en Belén, un pueblito insignificante. Allí, en la pobreza de una gruta, María, Madre de la esperanza, da a luz al Redentor. Junto a ella está José, el hombre justo que confía en la palabra del Señor; los pastores, que representan a los pobres y sencillos, que esperan en el cumplimiento de las promesas de Dios, y también los ángeles cantando la gloria del Señor y la salvación que se realiza en este Niño. Dios siempre escoge lo pequeño, lo que no cuenta, para enseñarnos la grandeza de su humildad.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los provenientes de España y Latinoamérica. Que por intercesión de la Virgen y de San José, la contemplación del misterio de la Navidad nos ayude a recibir a Jesús en nuestra vida, y podamos ser humildes colaboradores en la venida de su Reino, Reino de amor, de justicia y de paz. Feliz Navidad, llena de esperanza para todos.
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