Para desarraigar los restos paganos, la Iglesia primitiva Romana, con
estudiada pedagogía, sustituía las fiestas paganas, y las cristianizaba. Así,
el 25 de diciembre que en el Imperio se celebraba la fiesta pagana del Sol que
nace, «Natalis Invicti" en el culto de Mitra, fue sustituida esta
festividad pagana por la del nacimiento de Cristo, Sol que viene a iluminar las
tinieblas del mundo, «luz del mundo».
LA "MISA DEL GALLO”
El Papa Sixto III, introdujo en Roma, la costumbre de celebrar en Navidad una vigilia nocturna, a medianoche, "mox ut gallus cantaverit", “en seguida de cantar el gallo”, en un pequeño oratorio, llamado "ad praesepium", "ante el pesebre", situado detrás del altar mayor. Terminada la misa, en la cual sólo comulgaba el Papa, presidía el solemne oficio de la noche en la Basílica de San Pedro. La celebración Eucarística de esta Noche Santa, comienza con una invitación instante y urgente a la alegría: «Alegrémonos todos en el Señor, porque nuestro Salvador ha nacido en el mundo».
El salmo nos hará repetir como profesión de fe gozosa: "Hoy nos ha
nacido un Salvador: el Mesías, el Señor" Salmo 95. Por eso: «Cantad al
Señor un cántico nuevo»; y el versículo del Aleluya será un eco anticipado del
mensaje angélico: «Os anuncio una gran alegría». La causa de esta alegría es el
nacimiento de Cristo. Pero, por encima del suceso que nos narra el evangelio,
hemos de descubrir su contenido y hondura, con la ayuda del Espíritu de
Sabiduría y de Entendimiento: en el niño que acaba de nacer, "la luz de la
gloria brilló ante nuestros ojos» Prefacio, ya que el hijo de mujer, en quien
«la naturaleza humana se ha unido a la de Dios» Oración sobre las ofrendas, es
la luz que ha «iluminado esta noche santa», como hemos dicho en la 0ración
Colecta. Así la fiesta de Navidad no es sólo la evocación de un acontecimiento
pretérito, sino una actualización y presencialización de su estar presente.
En la Comunión, cantaremos: «La Palabra se hizo carne y hemos contemplado su gloria». En la Eucaristía, Cristo, nacido de la Virgen María, es el alimento de nuestro camino, para nuestra ascensión «penetrando con fe profunda este misterio y amándolo cada vez más entrañablemente» hasta llegar a gozar en el cielo el «esplendor de su gloria». Todo es un gran misterio, escondido en el arcano de Dios.
LA
NOCHEBUENA
La Navidad es, indudablemente, la fiesta que mayor
repercusión ha alcanzado y tiene en la vida exterior de las gentes:
villancicos, y belenes, las distintas costumbres populares, las felicitaciones,
los christmas, el árbol de Noel, y las cenas de Navidad. Un espíritu mezquino
podrá decir que tales costumbres son en sí reprobables. Pero "si hacemos
alegrías cuando nace uno de nos - qué haremos cuando nace Dios". Cuando
una familia se alegra cada vez que una nueva cuna se mece en la casa, ¿cómo no
ha de hacer fiesta solemne la familia del pueblo de Dios, la Iglesia, cuando
celebra el nacimiento de su Señor y Redentor, y lleva esta alegría dulce e
íntima a la vida familiar y social? Luis de Góngora nos invita a situarnos en
la gloriosa cueva de Belén contemplando cómo se enardece el pugilato de los
seres inanimados reconociendo la gran dignidad que les confiere lo que están
viendo en su entorno.
Lo triste es, que socialmente, se celebran ritos desprovistos del espíritu sustancial y originario atendiendo solamente a lo exterior, sin darle preeminencia a lo interior, para no celebrar una fiesta celebrada desconociendo al protagonista. Tratemos de prevenir, no ya el riesgo, sino la praxis del materialismo ateo, incluso entre los cristianos con una buena preparación durante el Adviento. La predicación del día de Navidad, debe contribuir eficazmente a hacer interior y cristiana la fiesta, a la inversa de lo que hizo la Iglesia primitiva. Las lecciones del segundo nocturno nos dan la pauta del sentimiento que deben alimentar los cristianos: "Agamus gratias Deo... Agnosce, christiane, dignitatem tuam": "Demos gracias a Dios…Reconoce, oh cristiano tu dignidad" (San León Magno).
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