¡Como es bello pensar que se es
anunciador de la resurrección de Jesús no solamente con palabras, sino con los
hechos y con el testimonio de vida! Jesús no quiere discípulos capaces sólo de
repetir fórmulas aprendidas a memoria.
Quiere testigos:
personas que propagan esperanza con su modo de acoger, de sonreír, de amar.
Sobre todo de amar: porque la fuerza de la resurrección hace a los cristianos
capaces de amar incluso cuando el amor parece haber perdido sus razones.
Así la tarea de los
cristianos en este mundo es aquel de abrir espacios de salvación, como células
de regeneración capaces de restituir linfa a los que parecía perdido para
siempre. Cuando el cielo esta nublado, es una bendición quien sabe hablar del
sol. Es esto, el verdadero cristiano es así: no triste y amargado, sino
convencido, por la fuerza de la resurrección, que ningún mal es infinito,
ninguna noche es sin fin, ningún hombre está definitivamente equivocado, ningún
odio es invencible por el amor.
Papa Francisco.
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