El 2 de octubre se celebra la fiesta de los Santos Ángeles Custodios
La existencia de los ángeles, verdad de fe
328 La existencia de seres espirituales, no corporales, que la sagrada
Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la
Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición.
Quiénes son los ángeles
329 San Agustín dice respecto a ellos: "El nombre de ángel indica
su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un
espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel". Con todo
su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Porque contemplan
"constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos" (Mt 18,
10), son "agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra"
(Sal 103, 20).
330 En tanto que criaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y
voluntad: son criaturas personales e inmortales (cf Lc 20, 36). Superan en
perfección a todas las criaturas visibles. El resplandor de su gloria da
testimonio de ello (cf Dn 10, 9-12).
Cristo "con todos sus ángeles"
331 Cristo es el centro del mundo de los ángeles. Los ángeles le
pertenecen: "Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de
todos sus ángeles..." (Mt 25, 31). Le pertenecen porque fueron creados por
y para Él: "Porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y
en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los
Principados, las Potestades: todo fue creado por Él y para Él" (Col 1,
16). Le pertenecen más aún porque los ha hecho mensajeros de su designio de
salvación: "¿Es que no son todos ellos espíritus servidores con la misión
de asistir a los que han de heredar la salvación?" (Hb 1, 14).
332 Desde la creación (cf Jb 38, 7, donde los ángeles son llamados
"hijos de Dios") y a lo largo de toda la historia de la salvación,
los encontramos, anunciando de lejos o de cerca, esa salvación y sirviendo al
designio divino de su realización: cierran el paraíso terrenal (cf Gn 3, 24),
protegen a Lot (cf Gn 19), salvan a Agar y a su hijo (cf Gn 21, 17), detienen
la mano de Abrahán (cf Gn 22, 11), la ley es comunicada por su ministerio (cf
Hch 7,53), conducen el pueblo de Dios (cf Ex 23, 20-23), anuncian nacimientos
(cf Jc 13) y vocaciones (cf Jc 6, 11-24; Is 6, 6), asisten a los profetas (cf 1
R 19, 5), por no citar más que algunos ejemplos. Finalmente, el ángel Gabriel
anuncia el nacimiento del Precursor y el del mismo Jesús (cf Lc 1, 11.26).
333 De la Encarnación a la Ascensión, la vida del Verbo encarnado está
rodeada de la adoración y del servicio de los ángeles. Cuando Dios introduce «a
su Primogénito en el mundo, dice: "adórenle todos los ángeles de
Dios"» (Hb 1, 6). Su cántico de alabanza en el nacimiento de Cristo no ha
cesado de resonar en la alabanza de la Iglesia: "Gloria a Dios..."
(Lc 2, 14). Protegen la infancia de Jesús (cf Mt 1, 20; 2, 13.19), le sirven en
el desierto (cf Mc 1, 12; Mt 4, 11), lo reconfortan en la agonía (cf Lc 22, 43),
cuando Él habría podido ser salvado por ellos de la mano de sus enemigos (cf Mt
26, 53) como en otro tiempo Israel (cf 2 M 10, 29-30; 11,8). Son también los
ángeles quienes "evangelizan" (Lc 2, 10) anunciando la Buena Nueva de
la Encarnación (cf Lc 2, 8-14), y de la Resurrección (cf Mc 16, 5-7) de Cristo.
Con ocasión de la segunda venida de Cristo, anunciada por los ángeles (cf Hb 1,
10-11), éstos estarán presentes al servicio del juicio del Señor (cf Mt 13, 41;
25, 31 ; Lc 12, 8-9).
Los ángeles en la vida de la Iglesia
334 De aquí que toda la vida de la Iglesia se beneficie de la ayuda
misteriosa y poderosa de los ángeles (cf Hch 5, 18-20; 8, 26-29; 10, 3-8; 12,
6-11; 27, 23-25).
335 En su liturgia, la Iglesia se une a los ángeles para adorar al Dios
tres veces santo; invoca su asistencia en el canon romano, en la liturgia de
difuntos, en el "himno querúbico" de la liturgia bizantina... y
celebra más particularmente la memoria de ciertos ángeles (san Miguel, san
Gabriel, san Rafael, los ángeles custodios).
336 Desde su comienzo (cf Mt 18, 10) hasta la muerte
(cf Lc 16, 22), la vida humana está rodeada de su custodia (cf Sal 34, 8; 91,
10-13) y de su intercesión (cf Jb 33, 23-24; Za 1,12; Tb 12, 12). "Nadie
podrá negar que cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para
conducir su vida" (San Basilio Magno). Desde esta tierra, la vida
cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y
de los hombres, unidos a Dios.
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