Gracias
por la energía de mi cuerpo y de mi mente; y no me dejes caer en la tentación
de despreciar tu fuerza.
Gracias
por todo lo que he podido aprender, por todo lo que sé; y dame humildad para
que cada día busque tu sabiduría.
Gracias
porque sé comprender al que se equivoca; y que tu perdón me ayude a perdonar al
que me haga daño, setenta veces siete.
Gracias
por la alegría de mi rostro y de mi corazón; y gracias por esa alegría que tú
me das y que nada ni nadie me puede arrebatar.
Gracias
porque me has dado un corazón que sabe amar; que siempre esté abierto para
recibir tu amor y, así, amar cada día más y mejor.
Gracias,
Señor, por todo lo que sé, por todo lo que tengo, por todo lo que soy.
No
me dejes caer en las garras del orgullo y que siempre tenga alma de discípulo,
de mendigo, de niño.
Gracias
porque cada día me ofreces la sabiduría, la fuerza y la vida de tu Espíritu, de
tu Reino; que sepamos acoger tus dones con humildad y gratitud.
Amén.
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