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miércoles, 28 de marzo de 2018

EN LOS PREÁMBULOS DEL TRIDUO PASCUAL




El tiempo de cuaresma concluye el Jueves Santo cuando comienza el Santo Triduo Pascual. Sin embargo, los ocho días previos a la Pascua tienen unas connotaciones muy especiales en la vida litúrgica y en la Piedad Popular de la Iglesia. Forman la unidad que llamamos «Semana Santa»; condensando ésta la conclusión de la cuaresma y la celebración de la pascua anual.
Los preámbulos del Triduo Pascual
La Iglesia inicia la Semana Santa con la solemne obertura del «Domingo de Ramos en la Pasión del Señor». Solamente una mirada atenta a su nombre completo nos abre a la comprensión plena del sentido de este día. Durante la Cuaresma hemos contemplado a Cristo que tiene el firme propósito de subir a Jerusalén para cumplir su misión, consciente de que allí llegará la pasión y la glorificación. Pues bien, ha llegado el momento de entrar en la ciudad santa y accede a ella como Rey humilde aclamado por todos. La bendición de ramos, la proclamación del Evangelio y la ulterior procesión forman un conjunto ritual con el que la Iglesia imita aquel acontecimiento. Los creyentes reproducen el estado de euforia que tuvo lugar a las puertas de Jerusalén: «¡Gloria y honor al que viene en el nombre del Señor!». El salmo 23 proyecta su luz sobre el acontecimiento y, al mismo tiempo, adquiere su plena significación cuando es comprendido desde esta entrada triunfal: «¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria».
Sin embargo, los creyentes son conscientes de que aquellos hombres, con el mismo entusiasmo con que gritaban vivas a Dios, días más tarde pedirán su condena; tal y como recuerda el himno a Cristo Rey del canto para la procesión: «Ibas como el sol a un ocaso de gloria; cantaban ya tu muerte al cantar tu victoria». Es ésta una nota bien característica de este domingo: el compuesto de gloria y pasión que, de alguna manera, anticipa lo que después desarrollará el Triduo Pascual. Esto puede verificarse en la proclamación de las lecturas: tercer canto del siervo de Yahveh (Is), himno paulino sobre el abajamiento del Señor (Flp), pasión de nuestro Señor Jesucristo (Mt – Mc – Lc).
Tras el domingo de ramos, los Evangelios de la Misa del Lunes, Martes y Miércoles Santo van mostrando los acontecimientos que gestan y anuncian la pasión: unción en Betania, anuncio de la traición de Judas, preparativos de la cena pascual y cumplimiento de la traición; estos pasajes dan cumplimiento a los cánticos del Siervo de de Yahvé que se proclaman en la primera lectura.
Una celebración especial
La «Misa Crismal», celebrada en la iglesia madre de la Diócesis y presidida por el Obispo, el gran sacerdote de su grey junto con su presbiterio, ministros y fieles laicos, es una celebración bien significativa en el contexto de la Semana Santa. En esta Misa Estacional, de suyo vinculada al Jueves Santo, el Obispo bendice los óleos de los catecúmenos y de los enfermos, consagra el crisma y los presbíteros renuevan las promesas sacerdotales. Con esta preparación de los óleos que se emplean en los sacramentos se expresa que su acción y poder brota de la Pascua de Cristo. Por su parte, con la renovación de las promesas los presbíteros recuerdan su unión a Cristo Sacerdote como colaboradores necesarios del Obispo para presidir la celebración de los sacramentos.
Históricamente, el Jueves Santo era también el día en el que se reconciliaban los penitentes que habían realizado penitencia pública durante la Cuaresma con el fin de que pudieran participar de las celebraciones pascuales. De aquella celebración no queda ninguna huella en nuestra liturgia actual.
Luis García Gutiérrez,
Director de Secretariado de la Comisión Episcopal de Liturgia

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