Tú
estás vivo en mi corazón,
habitas
en lo más hondo de cada persona.
Has
dejado tu huella en el universo,
en
los animales, las plantas y en cada piedra.
Pero
Tú, Padre, estás en el cielo.
Tú
eres más, mucho mucho más,
más
grande que nuestra inteligencia,
más
profundo que nuestro corazón,
más
extenso que todo el universo.
Por
eso, buscarte, encontrarte y amarte
es
la mayor aventura de la vida;
porque
nunca te encontramos del todo,
siempre
nos esperan nuevas sorpresas
y
siempre podemos amarte un poco más.
Queremos
respetar y santificar tu nombre.
Ayúdanos
a derribar becerros de oro,
a
quitar de los labios y del alma
todas
esas visiones reducidas de Ti
que
tanto usamos y abusamos.
Señor,
Tú eres santo, santo, santo;
bueno,
bueno, bueno, como el pan;
bello
como un amanecer, bello, bello;
Tú
eres la fuente de toda santidad,
de
toda bondad, de toda belleza.
Que
nos dejemos santificar por ti,
en
la oración y el trabajo de cada día,
para
nuestra vida proclame
que
amarte y seguir es lo mejor
que
nos ha podido pasar en esta vida.
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