Cuenta la tradición que, en la
segunda mitad del siglo XV, la Virgen María se le apareció al Beato dominico
Alano de la Rupe, quien escribió el famoso libro “De Dignitate Psalterii” (De
la dignidad del Salterio de María), en el cual relata cómo la Virgen pide a
Santo Domingo de Guzmán que propague el rezo del Santo Rosario.
Según el Beato Alano, estas son
las promesas de Nuestra Señora para quienes rezan frecuentemente y con devoción
la oración mariana:
2. Prometo
mi protección y las gracias más grandes a aquellos que recen el Rosario.
3. El
Rosario es un arma poderosa para no ir al infierno: destruye los vicios,
disminuye los pecados y nos defiende de las herejías.
4. Se
otorgará la virtud y las buenas obras abundarán, se otorgará la piedad de Dios
para las almas, rescatará a los corazones de la gente de su amor terrenal y
vanidades, y los elevará en su dedeo por las cosas eternas. Las mismas almas se
santificarán por este medio.
5. El
alma que se encomiende a mí en el Rosario no perecerá.
6. Quien
rece el Rosario devotamente, y lleve los misterios como testimonio de vida no
conocerá la desdicha. Dios no lo castigará en su justicia, no tendrá una muerte
violenta, y si es justo, permanecerá en la gracia de Dios, y tendrá la
recompensa de la vida eterna.
7. Aquel
que sea verdadero devoto del Rosario no perecerá sin los Sagrados Sacramentos.
8. Aquellos
que recen con mucha fe el Santo Rosario en vida y en la hora de su muerte
encontrarán la luz de Dios y la plenitud de su gracia, en la hora de la muerte
participarán en el paraíso por los méritos de los Santos.
9. Libraré
del purgatorio a a quienes recen el Rosario devotamente.
10. Los
niños devotos al Rosario merecerán un alto grado de Gloria en el cielo.
11. Obtendrán
todo lo que me pidan mediante el Rosario.
12. Aquellos
que propaguen mi Rosario serán asistidos por mí en sus necesidades.
13. Mi
hijo me ha concedido que todo aquel que se encomiende a mí al rezar el Rosario
tendrá como intercesores a toda la corte celestial en vida y a la hora de la
muerte.
14. Son
mis niños aquellos que recitan el Rosario, y hermanos y hermanas de mi único
hijo, Jesús Cristo.
15. La
devoción a mi Rosario es una gran señal de profecía.
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