● Cristo ya ha venido. Y lo creemos presente -resucitado- en nuestras vidas, en el mundo. De todos modos, vivimos esperando. Porque vivimos en la limitación y entre contradicciones. Y es que Cristo vino y viene en la impotencia, en la pobreza... (recordemos el Evangelio del domingo pasado: Mt 25,31 -46). Él no escogió ni escoge las armas ni el poder basado en la sumisión -¡sería contradictorio!- para vencer al “eje del mal”.
● Los Evangelios no dicen
cuándo se producirá la venida definitiva. Es decir, cuándo llegaremos a la
plenitud que deseamos. Pero san Pablo intuye que no será pronto (y ya hace dos
mil años que lo decía!). Experimenta, también, que no todo está hecho, y que
antes del final habrá que trabajar, dar testimonio, hacer como Cristo que
escogió el camino del tú a tú, de la responsabilidad personal. Y que quizá
habrá que sufrir (1 Te 5,1-11; 2Te 2,1-12).
● Otro Apóstol, Santiago,
nos ofrece una imagen muy expresiva del tiempo que vivimos: “Tened paciencia,
hermanos, hasta la venida del Señor. El labrador aguarda paciente el fruto
valioso de la tierra mientras recibe la lluvia temprana y tardía” (Sant 5,7).
● La actitud del creyente,
mientras tanto, es de espera vigilante y activa. Vigilante, para descubrir en
el mundo, en la vida, la presencia del Resucitado, del que ya ha venido.
Activa, porque sólo el trabajo de todos y de cada uno de los hijos e hijas de
Dios - continuando el trabajo y el estilo de Jesús irá transformando este mundo
-el entorno inmediato- según el plan del Padre. Pero el creyente también ora:
expresa el deseo del Amor pleno para todos. La invocación, “¡Ven, Señor
Jesús!" es característica de este tiempo de espera (1 Cor 16,22; Ap
22,20).
● Por otro lado, el anuncio de la venida de
Jesucristo resucitado, que pertenece a la predicación apostólica de los
primeros tiempos (Hch 3,19-21), es la misión de la Iglesia y de cada creyente
mientras vive en este mundo. Un anuncio que es Buena Noticia y que está cargado
de esperanza para toda la humanidad. Pistas para contemplar a Jesús y el
Evangelio Como los textos de Mateo de
los últimosü
domingos del año litúrgico que terminamos la semana pasada, estas palabras de
hoy, según Marcos, están situadas justamente antes de la
pasión-muerte-resurrección de Jesús.
● Hallamos aquí indicadas las
cuatro partes o vigilias, de tres horas cada una, en que los romanos dividían
la noche, empezando a las seis de la tarde y terminando a las seis de la
mañana. El día se dividía de manera similar.
● La interpretación
alegórica de este texto nos dice que el “dueño” que tiene que volver es Cristo y que el
“portero” que tiene que velar mientras espera somos sus seguidores. Y la “casa”
es la Iglesia. Por otro lado la noche en
la que hay que velar, “no sea que os encuentre dormidos”, es, en la simbología
bíblica, el dominio de las tinieblas, el ámbito del mal y la mentira; la
interpretación alegórica, pues, nos dice que el Señor, cuando venga, quiere
hallar su casa llena de luz -vida, justicia, paz, acción...-, aunque sea
medianoche.
● Por tanto, los que
seguimos a Jesús estamos llamados a hacer de este mundo, que es como es, un
lugar donde se pueda vivir a plena luz. Estamos invitados a no dormirnos en las
noches del mundo, en las oscuridades que muchos padecen. Tenemos qué velar
–actuar y orar- en la esperanza de que el Señor vendrá. Orar con el
Padrenuestro: “venga a nosotros tu Reino”. Y actuar con quienes creen que “otro
mundo es posible”.
“El Evangelio en
medio de la vida”
(Domingos y fiestas
del Ciclo-B)
Josep Maria
Romaguera
Colección Emaús -
Centro de Pastral Litúrgica
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