LUNES
BIENAVENTURADA
VIRGEN MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA
El
Papa Francisco, considerando que el título de María, como Madre de la Iglesia,
puede incrementar el sentido materno de la Iglesia en los Pastores, en los
religiosos y en los fieles, ha establecido que la memoria de la Bienaventurada
Virgen María, Madre de la Iglesia, sea inscrita en el calendario romano el
lunes después de Pentecostés y celebrada cada año.
Esta
celebración nos ayuda a recordar que el crecimiento de la vida cristiana debe
fundamentarse en el misterio de la Cruz, en la ofrenda de Cristo en el banquete
eucarístico, y en la confianza en la intercesión de la Virgen oferente, Madre
del Redentor y de los redimidos.
MIÉRCOLES
SAN
FELIPE NERI,
San
Felipe Neri fue un "loco por Cristo".
Originario
de Florencia, fue a vivir a Roma.
Vivió
pobre entre los pobres, en barrios marginales de la ciudad: de día en los
Hospitales y durante las noches en las catacumbas.
Recibió
la efusión del Espíritu Santo y se manifestó como apóstol, catequista y
consejero de almas.
Iba
siempre con gente de toda condición, que le seguía en sus iniciativas.
Con
un grupo de sacerdotes fundó el Oratorio.
Se
ordenó de presbítero siendo ya mayor y por obediencia.
Siempre
se consideró el último de todos y el más indigno de los pecadores.
La
presencia del Espíritu Santo era en él casi "por rapto".
El
carisma que vivió fuertemente fue la alegría: una alegría expansiva,
desconcertante y estimulante.
Con
esta alegría murió.
El
médico, cuando ya agonizaba en su lecho de muerte, a los ochenta años de edad,
le dijo: "Nunca le había visto tan contento como hoy", y él
respondió: "Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del
Señor".
A
medianoche, en una pobrísima cámara, y habiendo bendecido a los sacerdotes que
él había asociado, descansó en el Señor.
Es
patrón de Roma.
Su
vida merece ser estudiada.
El
cardenal John Henry Newman, recientemente canonizado, le era muy devoto.
JUEVES
NUESTRO
SEÑOR JESUCRISTO, SUMO Y ETERNO SACERDOTE
Esta
fiesta no se encuentra en el calendario de la Iglesia universal: se celebra en
las diócesis españolas desde 1973.
Es
fruto de la doctrina del Concilio Vaticano II sobre el sacerdocio de Cristo,
que se manifiesta en la Iglesia en el doble sacerdocio, el ministerial y el de
los fieles, que se distinguen no por una diferencia de grado, sino de esencia.
En
muchas diócesis es una jornada sacerdotal.
Se
proclama la institución de la Eucaristía según Marcos.
El
Señor ciertamente "no volverá a beber del fruto de la vid en este
mundo", pero la Iglesia "beberá el vino nuevo en el Reino de Dios"
en la Eucaristía.
Cuando
la Iglesia celebra la Eucaristía ya está en el Reino de Dios, "sub
Sacramento".
Un
Reino que es realidad por la Resurrección de Cristo.
En la
Eucaristía el Señor ejerce su sacerdocio sumo y eterno.
La
Eucaristía es el sacramento por el cual va perfeccionando definitivamente a los
que van a ser santificados, según la carta a los Hebreos proclamada.
Los
hermanos que han recibido el sacramento del Orden, presbíteros y obispos,
significan "in medio ecclesiae" el sacerdocio de Cristo.
El
sacramento del Orden pertenece a la Nueva Alianza que Cristo selló con su
sangre y que Jeremías, citado en la misma carta a los Hebreos, había anunciado.
La
respuesta del Salmo proclama el sacerdocio de Cristo según el orden de
Melquisedec.
La
carta a los Hebreos da una bella e interesante interpretación de estas palabras
(Hb 7,1-3): Melquisedec, junto a Abel y Abraham, son nombrados en el
"Canon romano" para significar que la ofrenda eucarística es la
plenitud de todos los sacrificios.
Una
ofrenda que se hace presente en la Mesa eucarística.
La
Eucaristía, según la teología dogmática, es presencia y sacrificio. Los
ministros ordenados dan corazón, palabra y gesto al mismo Señor, que toma el
pan, da gracias al Padre (anáfora), lo parte (fracción) y lo da a su Iglesia
(comunión).
Esto
implica participar de la obediencia del Hijo y tener parte en sus sufrimientos,
como canta el verso aleluyático.
Con
el Bautismo, Confirmación) y Eucaristía se constituye y se manifiesta el
sacerdocio real y profético de toda la Iglesia.
La
solemnísima antífona de entrada (Hb 7,24) lo proclama: "Cristo, mediador
de una nueva alianza, como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no
pasa".
Es
digno de meditarse el Prefacio de la Misa, es el Prefacio de las Ordenaciones,
por la belleza teológica de su contendido.
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