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lunes, 24 de mayo de 2021

DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

 LUNES

 

BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA

 

El Papa Francisco, considerando que el título de María, como Madre de la Iglesia, puede incrementar el sentido materno de la Iglesia en los Pastores, en los religiosos y en los fieles, ha establecido que la memoria de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, sea inscrita en el calendario romano el lunes después de Pentecostés y celebrada cada año.

 

Esta celebración nos ayuda a recordar que el crecimiento de la vida cristiana debe fundamentarse en el misterio de la Cruz, en la ofrenda de Cristo en el banquete eucarístico, y en la confianza en la intercesión de la Virgen oferente, Madre del Redentor y de los redimidos.

 

MIÉRCOLES

 

SAN FELIPE NERI,

 

San Felipe Neri fue un "loco por Cristo".

 

Originario de Florencia, fue a vivir a Roma.

 

Vivió pobre entre los pobres, en barrios marginales de la ciudad: de día en los Hospitales y durante las noches en las catacumbas.

 

Recibió la efusión del Espíritu Santo y se manifestó como apóstol, catequista y consejero de almas.

 

Iba siempre con gente de toda condición, que le seguía en sus iniciativas.

 

Con un grupo de sacerdotes fundó el Oratorio.

 

Se ordenó de presbítero siendo ya mayor y por obediencia.

 

Siempre se consideró el último de todos y el más indigno de los pecadores.

 

La presencia del Espíritu Santo era en él casi "por rapto".

 

El carisma que vivió fuertemente fue la alegría: una alegría expansiva, desconcertante y estimulante.

 

Con esta alegría murió.

 

El médico, cuando ya agonizaba en su lecho de muerte, a los ochenta años de edad, le dijo: "Nunca le había visto tan contento como hoy", y él respondió: "Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor".

 

A medianoche, en una pobrísima cámara, y habiendo bendecido a los sacerdotes que él había asociado, descansó en el Señor.

 

Es patrón de Roma.

 

Su vida merece ser estudiada.

 

El cardenal John Henry Newman, recientemente canonizado, le era muy devoto.

 

JUEVES

 

NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, SUMO Y ETERNO SACERDOTE

 

 

Esta fiesta no se encuentra en el calendario de la Iglesia universal: se celebra en las diócesis españolas desde 1973.

 

Es fruto de la doctrina del Concilio Vaticano II sobre el sacerdocio de Cristo, que se manifiesta en la Iglesia en el doble sacerdocio, el ministerial y el de los fieles, que se distinguen no por una diferencia de grado, sino de esencia.

 

En muchas diócesis es una jornada sacerdotal.

 

Se proclama la institución de la Eucaristía según Marcos.

 

El Señor ciertamente "no volverá a beber del fruto de la vid en este mundo", pero la Iglesia "beberá el vino nuevo en el Reino de Dios" en la Eucaristía.

 

Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía ya está en el Reino de Dios, "sub Sacramento".

 

Un Reino que es realidad por la Resurrección de Cristo.

 

En la Eucaristía el Señor ejerce su sacerdocio sumo y eterno.

 

La Eucaristía es el sacramento por el cual va perfeccionando definitivamente a los que van a ser santificados, según la carta a los Hebreos proclamada.

 

Los hermanos que han recibido el sacramento del Orden, presbíteros y obispos, significan "in medio ecclesiae" el sacerdocio de Cristo.

 

El sacramento del Orden pertenece a la Nueva Alianza que Cristo selló con su sangre y que Jeremías, citado en la misma carta a los Hebreos, había anunciado.

 

La respuesta del Salmo proclama el sacerdocio de Cristo según el orden de Melquisedec.

 

La carta a los Hebreos da una bella e interesante interpretación de estas palabras (Hb 7,1-3): Melquisedec, junto a Abel y Abraham, son nombrados en el "Canon romano" para significar que la ofrenda eucarística es la plenitud de todos los sacrificios.

 

Una ofrenda que se hace presente en la Mesa eucarística.

 

La Eucaristía, según la teología dogmática, es presencia y sacrificio. Los ministros ordenados dan corazón, palabra y gesto al mismo Señor, que toma el pan, da gracias al Padre (anáfora), lo parte (fracción) y lo da a su Iglesia (comunión).

 

Esto implica participar de la obediencia del Hijo y tener parte en sus sufrimientos, como canta el verso aleluyático.

 

Con el Bautismo, Confirmación) y Eucaristía se constituye y se manifiesta el sacerdocio real y profético de toda la Iglesia.

 

La solemnísima antífona de entrada (Hb 7,24) lo proclama: "Cristo, mediador de una nueva alianza, como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa".

 

Es digno de meditarse el Prefacio de la Misa, es el Prefacio de las Ordenaciones, por la belleza teológica de su contendido.

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