El Papa Francisco bendijo una imagen peregrina de la Virgen de la Medalla Milagrosa.
Hace 190 años, exactamente el
sábado 27 de noviembre de 1830, hacia las seis de la tarde, una joven religiosa
francesa llamada Catalina Labouré rezaba en la capilla, cuando se le apareció
la Virgen.
Estaba vestida de seda blanca
y tenía en las manos una esfera dorada, que representaba el mundo y que ofrecía
a Dios. Sus pies se apoyaban en una semiesfera.
En las manos tenía anillos
con piedras preciosas de varias dimensiones; casi todas centelleaban y lanzaban
rayos luminosos de diversa intensidad.
Durante esta aparición se
formó en torno a ella como un marco oval, en el que estaba escrito en
caracteres dorados esta frase:
«Oh María concebida sin
pecado, orad por nosotros que recurrimos a vos».
Entonces se oyó una voz que
decía:
«Haz acuñar una medalla sobre
este modelo. Todos los que la lleven al cuello recibirán grandes gracias, y
estas serán abundantes para las personas que la lleven con confianza».
Así Nuestra Señora,
nuevamente trae un mensaje de paz y esperanza, a todos aquellos que están
sufriendo a causa de la pandemia de Covid-19.
Así es como la Medalla
Milagrosa, trae esperanza a pobres y enfermos:
¡Oh María sin pecado original
concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos! ¡Dulcísima Reina de los
cielos y de la tierra!; que por amor a los hombres te dignaste a manifestarte,
a vuestra sierva Sor Catalina, con las manos llenas de rayos de luz; a fìn de
hacer saber al mundo que deseas derramar abundantes gracias sobre todos los que
con confianza te piden; Concédeme Madre mía, que a imitación de Sor Catalina
derrames en mi alma la luz necesaria para conocer mi nada y mi miseria; y lo
mucho que debo a mi Padre Dios, por tantísimos beneficios, como me ha
dispensado; y que cumpliendo su voluntad en esta vida; pueda gozarle en Tu
compañía eternamente en el cielo. Amén.
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