"Veréis el cielo abierto
y a los ángeles de Dios
subir y bajar sobre el Hijo del hombre". Los ángeles suben y bajan, según la visión de
la escala de Jacob, citada
por el mismo Señor en el Evangelio
de hoy.
Son verdaderamente arcángeles, los primeros de los ángeles, por las
misiones altísimas
que les fueron encomendadas: a Gabriel anunciar
a María la encarnación del Verbo; a Miguel, devenir
protector de la Iglesia;
y a Rafael ser fiel compañero de camino. Más allá de toda
forma mitológica o de exceso en el discurso
teológico, los arcángeles Miguel,
Gabriel
y Rafael expresan el ser divino.
Miguel significa: "¿Quién como Dios?" y ¿quién es como Dios, sino Dios mismo y su Cristo?
Gabriel significa: "Dios es fuerte" y ¿quién es fuerte, sino Dios
mismo y su Cristo?
Rafael significa: "Dios cura" y
¿quién cura, sino Dios mismo y su Cristo?
San Bernardo predica que bajan para
ayudarnos en nuestros caminos
y nos elevan para llevarnos a la
contemplación de la Verdad esencial,
que ellos contemplan cara a cara.
Pero el único camino,
por el que suben y bajan, es común a ellos y a nosotros: Cristo, en el misterio de su Muerte y Resurrección.
Él es la verdadera escalera que Jacob soñó, aquella
que conforma el escudo de la
primera Cartuja de la Península: "Scala Dei".
La Liturgia cristina se complace hoy en celebrar los santos Arcángeles en el bello
oficio de las Horas Santas y
en la Eucaristía.
Ellos son mensajeros de la Navidad y de la Pascua, y nosotros participamos del ministerio angélico cuando alabamos a
Dios Trinidad, anunciamos la Verdad de Cristo y somos "ángeles-servidores" los unos
de los otros.
En las santas Iglesias de Oriente, la Liturgia de los ángeles es aún más espléndida, ya que son
comunidades conscientes de que la Liturgia de la tierra es participación de la Liturgia celestial.
Es bueno recordar,
con la tríada de los arcángeles, el bello e insuperable
icono de Rublev con la "theologia" que
allí debe contemplarse, pues los ángeles
en la Biblia son
mediación de la Presencia divina.
Misa: Dan 7, 9-10. 13-14 (o bien: Ap 12, 7-12a); Sal 137, 1bcd-2a.
2bcd-3. 4-5; Jn 1, 47-51
La teología sobre los ángeles
debe ser muy discreta, acorde con la
Sagrada Escritura que es realmente
sobria sobre
su esencia y su ministerio.
Los ángeles están presentes en el Antiguo y Nuevo Testamento, y su existencia no se puede
liquidar sin más como hace una cierta
teología racionalista.
El Evangelio, referente
a la vocación de Natanael, ha sido escogido
claramente por el versículo: "Veréis a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre".
El creyente ve siempre el cielo abierto, el mundo de Dios, en la fe y en la contemplación.
Verá siempre "lo mayor" que es el
Señor glorificado y comprenderá que el abajamiento y la exaltación del Hijo de Dios,
"el Hijo del Hombre",
es "la escala de Jacob" que une el
cielo con la tierra, y la tierra
con el cielo (Gén 28,11ss). Ahora
el Hijo está en el cielo como en la tierra, de manera que lo ascendente y lo
descendente es simultáneo y dinámico.
Los ángeles pueden
ser una imagen
sensible del Espíritu
Santo, que desciende del Padre y del Hijo y permanece junto a nosotros.
Natanael veía al Señor que lo llamaba, porque
permanece entre nosotros, pero Él jamás ha dejado el cielo pues vive
siempre con el Padre
(Jn 14,11).
Los ángeles pertenecen al mundo de Dios, que los envía al servicio del Señor
Jesús y de su obra de salvación, ya que todo
ha sido creado por y para Él (Col 1,16).
En la primera lectura, la lucha del arcángel Miguel y sus ángeles contra el Mal, "el
dragón", símbolo del eterno
combate de los
"hijos de la luz"
contra aquello que les impide vivir según las enseñanzas del Reino y en seguimiento del Señor de la gloria.
Los ángeles forman parte del
"cielo
abierto" que
Natanael contemplará por
la Resurrección de Cristo.
Los cristianos podemos
comprender, en la fe, que en nuestro
caminar hacia Dios los ángeles nos
acompañan.
Ejercen su ministerio como manifestación de la presencia divina a favor nuestro,
y "son los servidores que cumplen sus deseos",
verso aleluyático.
Los ángeles,
en la Escritura, son también
"liturgoi" y alaban
a Dios.
Los cristianos, en la Liturgia
y de manera concreta en el
canto del "trisagion" del
Prefacio, nos unimos a su alabanza.
Así, el Salmo canta en el verso responsorial:
"En presencia de los ángeles
tañeré para ti". Como subraya
el Catecismo, la Liturgia cristiana se cele- bra en el cielo: "La Liturgia es “acción”
del “Cristo total" (Christus totus). Los que desde ahora la celebran participan ya, más allá de los signos, de la liturgia del
cielo, donde la celebración es enteramente comunión
y fiesta" (CCE 1136).
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