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jueves, 15 de agosto de 2024

LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA


También hoy de manera sinfónica todas las santas Iglesias de Oriente y de Occidente celebran al Señor glorificado en el Espíritu Santo para gloria del Padre en la solemnidad de la Asunción gloriosa de la siempre Bienaventurada Virgen María.

Esta fiesta antiquísima procede de Jerusalén y recibe varios nombres, ya sea "kóimêsis", dormición, o "análêmpsis", asunción.

En sustancia celebran el mismo misterio: la glorificación de la Virgen María como esperanza de la glorificación de toda la Iglesia en Cristo.

María fue asimilada total y para siempre a la glorificación del Señor Resucitado: "Por Cristo todos volverán a la vida, cada uno en su puesto" (1Co 15, 22- 23).

La que concibió el Verbo de Dios por obra del Espíritu Santo, ha sido asunta a la gloria del Hijo en el Espíritu Santo en su condición maternal y virginal: cuerpo y alma.

Realmente es una fiesta "maior".

La celebración de los santos Misterios y de la Liturgia de las Horas ofrece un riquísimo tesoro litúrgico, de una extraordinaria profundidad.

Celebramos con gozo la Asunción de la Bienaventurada Virgen María.

Nos complace transcribir el n. 69 de la constitución dogmática "Lumen Gentium":

"Es motivo de gran gozo y consuelo para este santo Concilio el que también entre los hermanos separados no falten quienes tributan el debido honor a la Madre del Señor y Salvador, especialmente entre los orientales, que concurren con impulso ferviente y ánimo devoto al culto de la siempre Virgen Madre de Dios. Ofrezcan todos los fieles súplicas apremiantes a la Madre de Dios y Madre de los hombres para que ella, que ayudó con sus oraciones a la Iglesia naciente, también ahora, ensalzada en el cielo por encima de todos los ángeles y bienaventurados, interceda en la comunión de todos los santos ante su Hijo, hasta que todas las familias de los pueblos, tanto los que se honran con el título de cristianos como los que aún desconocen a su Salvador, lleguen reunirse felizmente, en paz y concordia, en un solo pueblo de Dios, para gloria de la Santísima e indivisible Trinidad"

 

De la mistagogia de los Padres

 

"Hoy, la Virgen María, sube gloriosa al cielo. Colma completamente el gozo de los ángeles y de los santos. En efecto, es ella quien, con la simple palabra de salutación, hizo exultar al niño todavía encerrado en el seno materno (Lc 1,41). ¡Cuál ha debido de ser la exultación de los ángeles y de los santos cuando han podido escuchar su voz, ver su rostro, y gozar de su bendita presencia! ¡Y para nosotros, amados hermanos, qué fiesta en su gloriosa Asunción, qué causa de alegría y qué fuente de gozo el día de hoy! La presencia de María ilumina el mundo entero tal como el cielo resplandece por la irradiación esplendorosa de la santísima Virgen. Es, pues, con todo derecho, que en los cielos resuena la acción de gracias y la alabanza".

San Bernardo, Sermón 1 sobre la Asunción

 

En la Asunción gloriosa de la Bienaventurada Virgen María, "la que, de modo admirable, concibió en su seno al autor de la vida"(Prefacio), se contempla la imagen de la Iglesia de Dios, la que debe ser llevada a la plenitud por la caridad (cf. Pleg. euc. II).

La gran lectura del Apocalipsis se puede interpretar marioló- gicamente.

María es el arca de la alianza, "vestida del sol", Dios mismo, con "la luna bajo sus pies", el mal vencido, y coronada con "una corona de doce estrelles", las oraciones de todo el pueblo de Dios.

El Salmo "epitalamio" celebra la belleza de la Esposa: el Rey la ama y admira su hermosura.

Está sentada a su derecha y participa de su gloria.

Ambas imágenes han gozado de una importante expresión iconográfica en Occidente, principalmente en las basílicas de los siglos VI-VII.

En el Evangelio, María se une a "la liturgia del arca", cantada por Isabel, con un verdadero Salmo fuera del salterio, el "Magnificat": una de las oraciones cristianas usadas cotidianamente por las santas Iglesias. La perícopa expresa con singular eficacia el gozo de las dos mujeres visitadas por el Espíritu Santo, que es la misma alegría divina.

María dirige la alabanza exultante a Dios por las obras grandes que ha hecho el Poderoso.

Todas las generaciones la llamarán bienaventurada porque antes, sólo porque antes, Dios "ha mirado la humildad de su esclava", el ser no-importante.

Así ha manifestado su amor para con ella y para con todos los que le temen, "los que creen en él", mostrando la santidad de su Nombre.

Éstos son "los humildes los hambrientos".

Dios ha confundido a sus contrarios: "los poderosos y los ricos", que "despide vacíos".

El cántico de María, poético, articulado, ceñido, se sitúa en la teología de la historia, ya que su amor "llega a sus fieles de generación en generación".

El punto culminante, como epicentro, radica en que Dios se acuerda "de la misericòrdia" prometida "en favor de Abraham", en la palabra dada a él, en la promesa y también "en favor de su descendencia por siempre".

De esta descendencia ha nacido el Mesías.

Las obras grandes, "proezas" que Dios ha hecho en María resplandecen en el evento más alto: el Hijo que lleva en las entrañas.

Por eso el "Magnificat" está siempre en los labios de la Iglesia y de sus fieles en comunión con la alabanza de la bienaventurada Virgen María.

En la segunda lectura, Pablo proclama que el centro de la historia es el Resucitado, primicia de los que han muerto: "en Cristo todos serán vivificados", pues Él es el nuevo Adán.

La Virgen María asunta es signo de la victoria pascual: esta victoria abre para ella el paso a la vida eterna, el mismo camino ya recorrido por el Hijo en la Resurrección.

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