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domingo, 23 de marzo de 2025

LA HIGUERA


En la mitad de la Cuaresma, el Evangelio  es una invitación fuerte a la conversión.

Todos somos pecadores.

No menos que  los  que   fueron   ajusticiados   por  Pilato,   o     los   dieciocho   muertos   al caerles encima    la torre de Siloé, según explican a Jesús: todos debemos convertirnos.

El Señor  lo explica con la parábola de la higuera,  donde se pone de manifiesto la paciencia  del propietario, hasta el punto de conceder aL árbol una última  oportunidad "a ver si da fruto en adelante".

El propietario, delicadamente, pone los medios a favor  del árbol: cava a su alrededor, echa estiércol...

Es una gracia última que el árbol,  hasta ahora parásito, no ha merecido.

Dios es infinito pero la vida del hombre es     finita: el hombre sólo tiene su existencia        para dar fruto, y debe colaborar en todas las oportunidades que la gracia le ofrece.

En la primera lectura, uno de los textos     más relevantes del Antiguo Testamento: la revelación del nombre de Dios.

Por el misterio de Jesús sabremos que Dios es fuego de amor, que nunca se consume:  Dios Trinidad.

Descubriremos que en el espacio abierto entre el Padre y el Hijo     en el amor del Espíritu Santo están el universo, la historia y nuestras existencias.

Aquí vivimos.

San Juan de la Cruz   cantaba:  "¡Oh   llama   de   amor   viva   que   tiernamente   hieres  de mi alma en el más profundo centro!"

La segunda lectura es importante y describe la interpretación cristiana del Antiguo Testamento.

Hoy no puede cantarse  otro Salmo más apropiado que el Salmo 102, un poema de la misericordia divina: "El Señor es compasivo y misericordioso".

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