El apóstol Santiago, hijo de Zebedeo, hermano de san Juan evangelista, fue testigo de la transfiguración y de la agonía del Señor.
Con Pedro formó parte del grupo de los dilectos del Señor.
Junto al lago de Galilea recibió la vocación, y junto a Juan, "dejó la barca y a su padre, con los jornaleros", para ir con Jesús.
Su vida y su muerte estuvieron vinculadas al Señor (Mc 1,19).
Fue el primero que sufrió el martirio cuando, por orden de Herodes Agripa, le decapitaron, "poco antes de la fiesta de Pascua, en Jerusalén", como escuchamos en la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles.
Se cumplió en él la promesa de Jesús: "Mi cáliz lo beberéis".
Esto se extiende a todos los que, como cristianos, viven y anuncian el Evangelio: "Mientras vivimos, continuamente nos están entregando a la muerte por causa de Jesús" (segunda lectura).
Su cuerpo se venera en Santiago de Compostela, meta secular de miles de peregrinos de todo el mundo.
Santiago, junto con Jerusalén y Roma, son las tres ciudades donde los cristianos secularmente han peregrinado.
La liturgia hispano-mozárabe celebra su fiesta el 30 de diciembre, día en que, según la tradición, es la memoria de la "traslatio" de su cuerpo a Compostela, "campus stellae o compositum tellus".
Santiago el Mayor, patrono de España, enraíza la fe de las diócesis españolas en la tradición apostólica y las impulsa a la misión.
El tesoro del Evangelio que los apóstoles predican es llevado en las "vasijas de barro" de su frágil humanidad.
No hay nada de extraordinario que proceda de ellos: la fuerza únicamente la reciben del Señor.
La vida apostólica se sitúa siempre al límite de lo soportable, pero jamás hasta derrumbarse o perder la esperanza, porque sabe que Dios, que resucitó al Señor Jesús, también los resucitará a ellos, junto con los que han sido objeto de su evangelización.
Ellos"llevan siempre en el cuerpo la muerte de Jesús para que se manifieste la gloria de su Resurrección" en el crecimiento de la Iglesia y todo redunde en su acción de gracias, Eucaristía.
Así tienen parte en el Misterio de la Pascua del Señor: "La muerte actúa en nosotros, y en vosotros, la vida".
En la Cruz del Señor contemplamos cómo su muerte fue nuestra vida.
En el Evangelio, Santiago y Juan podran beber el cáliz del Señor, pero no ahora, sino "después", cuando se realice lo más grande y contemplen que el Señor "ha venido no para ser servido, sino para servir y dar la vida en rescate por muchos".
Entonces los pueblos conocerán "los caminos del Señor" (Salmo responsorial): caminos de peregrinación por donde el Señor pasa y nos alcanza, ya que quiere caminar con nosotros.
Entre ellos, el camino de Santiago, que conduce al sepulcro del após- tol, donde resplandece como "un astro brillante", verso aleluyático, que anuncia a Jesucristo, el Señor.
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