Así califica Jesús a la gente que le sigue y, a su vez, se
declara a sí mismo como pastor enviado por Dios para reunir y cuidar
amorosamente a su pueblo.
Por él debe agotarse y darse hasta el extremo, incluso sin
poder descansar.
Jesús se entregará a sí mismo hasta el extremo en la Cruz.
Esto contrasta con los malos pastores que Jeremías
denuncia con duras palabras al principio de su oráculo, en la primera lectura.
Jesús realizará el designio de Dios, como "vástago
legítimo de David" que reúne las ovejas dispersas.
Con razón el Salmo no puede ser otro sino el célebre:
"El Señor es mi pastor, nada me falta".
Si con Él, el Señor, nada le falta, con Él lo tiene todo.
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