La Liturgia de la Palabra está centrada en el tema de la justicia.
La parábola de Lázaro
hay escucharla y predicarla como lo que es, una parábola
con su lenguaje propio.
No sería bueno sacar conclusiones
referentes a los "novissima".
Hoy no se habla del "más allá", sino del "más acá".
Se describe la situación del
hombre rico y su opulencia
en los banquetes y los vestidos.
También la situación del pobre.
Éste tiene nombre: Lázaro;
el otro no.
Los ricos y los poderosos de este mundo tienen nombre
y publicidad, los pobres son anónimos.
En el Reino de Dios es al revés.
Lázaro está
sentado a la puerta de la casa del
rico y cuando éste entra no lo ve y
permanece insensible a su situación.
Mientras el rico banquetea,
Lázaro se muere a las puertas de su
casa.
La indiferencia crea un abismo y
una ceguera.
Hay una fosa profunda, "abismo
inmenso" que los separa.
La cuestión se resuelve en el más allá: el pobre se convierte en rico y el rico en pobre.
El primero vivía de las migajas del rico; ahora se invierten los papeles, y es el rico quien
reclama las migajas que no le son dadas.
La conclusión es
ésta: hay que vivir según la Palabra
de Dios, Escritura, que nos
exige compartir los bienes y no endurecer el corazón ante el sufrimiento
de los hermanos.
Por eso Jesús remite siempre en
su predicación a la Escritura, Moisés y los profetas.
Aun la presencia de un muerto resucitado es inútil debido a la
ofuscación provocada por las riquezas.
Se afirma que el poder de la avaricia y el egoísmo, llevado a categoría existencial, deshumaniza tanto que hasta a un muerto resucitado no se le haría caso.
Quizás la última referencia sea una alusión
a la fe pascual
de la comunidad.
Justamente por la mención
de los profetas se proclama, en la primera
lectura, el gran oráculo de Amós contra los poderosos
insensibles a los pobres.
En el fondo, la parábola es
expresión narrativa de la bienaventuranza de Jesús en la versión de Lucas: "Bienaventurados vosotros los
pobres, porque vuestro
es el reino de Dios" (6,20).
La dimensión social
del Reino de Dios se manifiesta con todas
sus exigencias.
De aquí brota la perentoria
y desconocida doctrina social de la Iglesia.
No olvidemos que el nombre de Lázaro está presente en la antífona exequial "In paradisum": "Tengas con Lázaro, el pobre en otro tiempo, "quondam",
el descanso eterno".
La muerte llega inexorable y todos morimos
como pobres, necesitados de la misericordia de Dios.
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